Hoy el mundo de la medicina tiene un nuevo reto, uno que nació hace dos años tras la llegada de un paciente con VIH a urgencias de la Clínica Pontificia Bolivariana, y que el infectólogo y consultor médico – científico de Dinámica, Carlos Andrés Agudelo Restrepo atendió. El mismo doctor que hace unas semanas respondía preguntas a medios de comunicación internacionales y que llamó la atención de la comunidad médica en el mundo, después de insistir en encontrarle un diagnóstico al paciente que presentaba un caso que en ese entonces era desconocido.

“Él obviamente estaba muy angustiado a medida que iba progresando la enfermedad. Yo que era el médico que estaba a cargo, trataba de manejarle la angustia. Obviamente nosotros no sabíamos qué tenía, y él sabía eso, nosotros no le ocultamos que el diagnóstico estaba difícil”. Manifiesta el doctor con un tono reflexivo.


“El principal aporte de nosotros a todo el trabajo fue la intención de persistir de los cuatro colombianos que participamos. Eso es importante que la gente lo entienda, es lo que hemos tratado de reforzar. En muchas ocasiones el tema llega hasta donde los recursos que tenemos a la mano se dan. Eso en algún momento pasó con este paciente y el doctor Alejandro Vélez y yo dijimos, eso no se puede quedar ahí, hay que solucionarlo: cómo así que un señor está lleno de masas, y que no saben qué es, entonces tomamos muestras y se las mandamos inicialmente a colegas en Colombia; patólogos, microbiólogos, infectólogos. Todo el mundo contestaba, no sabemos. Y nosotros insistíamos…”


Lo que llamó la atención del caso y que lo hacía particular era que las células que tenían las muestras eran muy pequeñas para ser humanas. Como los colegas en Colombia no sabían qué pasaba, ambos doctores decidieron acudir a sus conocidos en el exterior: a la Universidad de California, a Australia, México, España, Michigan.

Nadie daba respuesta y tocaron puertas en el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés), ellos sabían que allí tenían un instituto de patología para casos difíciles de detectar. “Las mandamos y al principio no nos hicieron mucho caso, pero Alicia Hidrón, que sabe mucho de VIH, hizo prácticas en Estados Unidos, y donde ella estuvo hacían investigaciones con el CDC, entonces le dijimos que nos diera una mano, ella contactó a alguien allá y nos hizo el puente”. Manifiesta el doctor Carlos Andrés con evidente emoción al recordar la búsqueda incansable de ese entonces.

El caso llegó al doctor Atis Muehlenbacs, patólogo encargado de estudiar los misterios de las enfermedades inexplicables en el CDC. “Atis empujó eso, le puso energía allá, nos mandaban opiniones y nosotros les decíamos eso sí cuadra o no cuadra con lo que veíamos del paciente”. Asegura el infectólogo.

La curiosidad, el compromiso, la estrecha relación que construyó con el paciente, hacen hoy a Carlos Andrés Agudelo un protagonista en el mundo de la medicina: tras dos años de estudios e investigaciones se dieron cuenta de que las células habían tenido una transformación maligna y que habían invadido al paciente en el estado de introducción de esa lesión. Lo particular es que esas células no eran humanas sino que venían del parásito: “Básicamente ahí nos dimos cuenta de que se estaba escribiendo una entidad nueva, un mecanismo de enfermedad nuevo, y unas cosas en las que la ciencia nunca había entrado”.
Carlos Andrés Agudelo pondrá su nombre y el de Colombia en los libros de medicina del mundo, tema que lo llena de orgullo.

“Uno lo que espera detrás de este descubrimiento, es la reacción de la comunidad científica, cuál va a ser el cruce de correspondencia, qué van a opinar de los hallazgos. Qué nuevas investigaciones van a salir, esperamos que los patólogos estén revolcando por allá las muestras que tengan archivadas y que empiecen a buscar, no necesariamente con este parásito. Básicamente lo que está pasando aquí es que puede ser con cualquier germen, entonces podrán buscar por algún lado. No lo sabemos, pero esperamos que abra una ventana al mundo de la investigación grandísima y es empezar a decir si los casos que se tuvieron sin resolver podrían haber sido de células de este parásito o de otro germen”.

Cuando se le pregunta al doctor Carlos Andrés por el paciente que falleció 72 horas después de que descubrieron que se trataba de células cancerígenas de un parásito estomacal, asegura: “Ahora cuando uno mira en retrospectiva, ya se da uno cuenta que hay un conocimiento que hace dos años no se tenía. Estábamos frente a una entidad desconocida, no había posibilidad de darle una respuesta. Desde el punto de vista humano, médico, de investigadores, uno tiene que entender que hay unas limitaciones. Nosotros estamos para ayudar y digamos que el sector salud es como el brazo de la humanidad para ayudarle a resolver problemas, pero como humanos tenemos limitaciones en el conocimiento y en las capacidades y los recursos. Ahora lo entendemos así, incluso ahora ya sabemos que la enfermedad existe y quizás si llega otro paciente habrá más facilidad para hacer el diagnóstico. Tendríamos la herramienta para tenerlo en menos de una semana, algo que en esa época nos demoramos, siquiera para aproximarnos y tener una idea de lo que estaba pasando, 4 meses. Y finalmente para enterarnos de todo lo que estaba ocurriendo, 2 años”.

Poco a poco el doctor Carlos Andrés regresa a su vida normal: entre la Clínica UPB, sus clases en la facultad de esa misma universidad y Dinámica. Las llamadas mediáticas han bajado, pero lo más seguro es que el ánimo científico y el entusiasmo de este infectólogo seguirán intactos.